martes, 22 de enero de 2013
Todas las arañas de la tierra
Me pesan ya las arañas...
para estar tan llena
el vacío
se hace cada vez mas perceptible.
Me pesan
hoy
desde ayer
por que quiero...
a
rañando
es
calando
tejiendome los intestinos.
Algunos días
se me salen por los ojos
me hacen llorar.
Hace días que las traigo
ya casi
las siento
en el alma.
Es mi culpa
yo me las trague
vivas
embarazadas
hembras
machos
están conmigo
y me pesan.
Me pesa
como dije
por que quiero
[tampoco eso lo aliviana].
Me pesan ya las...
y por mas llena
el vacío me sepulta
y de mi
todas las arañas de la tierra.
viernes, 11 de enero de 2013
Autoretrato
Un doblez, piel embolsada que corona
cada ojo que en el sol dicen ser mas claros. Vestidos de faldas largas que
bailan la bomba que mis piernas desconocen. Salpicada en pecas, mas arriba, un
par de cejas desiguales y mas abajo, una nariz que apunta hacia el tercer ojo.
Adornada, resplandece de un lado bajo la luz artificial. De cuatro labios, solo
dos veras a simple vista, maltratados por la ansiedad, masticados por dientes
tiznados de nicotina. Vuelta redonda, retazos encorvados, caramelizados por el
mismo sol, juegan a esconder una mirada que se disfraza de coqueta buscando
esconder la rabia. Pasando el cuello, deslizándote por el torso, obviando los
dos labios restantes, dignos en toda mujer de admiración, mis muslos. Arañados
por el tiempo y la dura autocritica, andan siempre en roce constante uno con el
otro, como queriendo probar ser mas, ser siempre. Agrietados de sombra blanca,
gris, al tacto carne blanda, como de ternera. Marcados por lunares, cicatrices,
tinta, tolerables manifestaciones; mas pinceladas verdes y vino vivo los
recorren, palpitando, mientras la sangre fluye bajo tan fino caparazón. Mis
muslos, prisión de inseguridades, dan la bienvenida a quien es bien venido,
asfixian al intruso, juegan a sacudirse, estos muslos.
El padre Alberto era un hombre devoto
El cadáver llevaba veinticuatro horas ya escondido en el baúl de ratán al fondo de la habitación, desnudo de la cintura para abajo y la cabeza rota de un golpe. Sor Inés llevaba casi el mismo tiempo expurgándose las manos, catatónica, le supuraban los pellejos y el olor a jabón de gardenias contrarrestaba el joven olor a descomposición que ahora amenazaba con delatarla. En el baúl, junto con el cadáver, una cruz de plata pesada, llena de sangre. El padre Alberto era un hombre devoto. Un hombre devoto a Sor Inés, por la fuerza y sin sus hábitos. Hace veinticuatro horas se oyó caer la cruz de plata y el olor a gardenias invade ahora el convento entero.
...
Entre rastros, intentos que emprendieron vuelo
me persigno ante el acertijo.
Huidas de miradas llenas
a son de pozo,
oso,
como buen samaritana y regreso al pozo,
oso,
¿Y
te encuentro en el nadando?
Si es que cargas la compostura
de quien siente una vida nueva venir
y de quien viene una vida nueva sintiendo.
Si es que sabes,
que entrenadando en secretos
las carnes se ensucian.
Si es que sabes,
que nadando en secretos,
entresucias las carnes mergen.
Aleteando las plegadizas faldas que abanican sienes,
yo.
Rematándote buscando descifrar un circo mudo,
tu.
Si es que sabes que bajo la cama solo hay musarañas.
Si es que escribes,
y entretienes el credo que como anzuelo atrapa
y busca aferrarse a un sublime suspiro.
Si es que sabes,
que si entrecierras los ojos...
Si es que sabes,
y regresas...
siempre regresas.
Que se masturbe el peso que nos trinca la fibra.
Si es que el cielo caería,
si un rastrointento nuestro en el emprendiera vuelo.
Si es que en la distancia danza una physis,
como gitana,
que se avecina devorando al son del verso solo,
del verso que solo verso es.
Entre rastros, intentos que ahora nadan
para aliviar la sed,
me arranco la cruz de la frente
y entre miradas repletas,
un desliz.
Caemos en lo profundo del pozo.
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