Responso a un Dorso ajeno
a J.
Oliveras
y es que ya no encienden mis pupilas
parece que el calor
en cadencia
ha abandonado mis trampas
parece que estas faldas
estas piernas
estas manos
ya no cubren
ya no asfixian
ya no crean
ya
no
doy
abasto
solo soy una mirada
vacía
en la distancia
rebotando
al parecer
un día creí necesitar algo
un nombre
una herida
una inservible dedicatoria
una bendecida gota de saliva
ajena
tal vez tuya
de cualquier otro
pues hace mucho
el calor
seco la mía
lo que digo es que ya no encienden
que yo
no
enciendo
y ahora la noche es fría
el silencio duele
mis parpados no cierran
mis manos ya no buscan el calor del papel
pareciera ser
que esta involuntaria ausencia
me ha dejado muda
petrificada
la misma repentina ceguera
una boca seca
manos frías
cientos de volúmenes en blanco
ahora
el sol que sale
juro
no
sentir
nada
y de mi
y de la noche
doscientas palabras huecas
la oscuridad
y un reguero olvidado
sobre la mesa
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