jueves, 5 de septiembre de 2013

II

relegar la intensidad a la huida
es quehacer amargo del cobarde
lucha imperecedera
ante la muerte, el tacto y la palabra

postergar la huida a la palabra
es ampararse al deseo frívolo
inequívoco
constante
ante el desprecio, la pugna y el oficio

me auguro lista
en verso
en mentira
el engaño delicioso
la dependencia
imposible marejada
postrada en la tierra busco
el mito de la señal divina

me concedo solo un segundo
de esos que duran para siempre
de esos que invocan la sentencia
definida aún por el temor colectivo
acotada al porvenir idóneo
al mas escaso de los males

parece todo un presagio
dictado por nuestros ancestros
olvidado
retomado
pulsante vivo consciente
es nuestra pena;

anticipamos el delirio
sin arriesgar el movimiento